
enero 2010. Sentado junto al mar cierra los ojos y se deja acariciar.
Mecido por la brisa a veces enfurecida
deja que el viento juegue con sus hojas libres para soñar.
Se deja arrastrar hacia el horizonte y más allá
y cuando los vuelve abrir amanece poderoso y confundido
en medio de una canción que no sabe tararear.
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